Crítica de No hables con extraños: Hollywood suaviza una de las películas más perturbadoras de la década.
¿Conoces el humor incómodo? Pues prepárate para el terror incómodo. Así podría definirse el original Speak No Evil (2022), un thriller danés que destrozó nervios en cines y en Shudder, logrando para los viajes de fin de semana lo que Tiburón hizo con las playas. Dirigida por Christian Tafdrup, la cinta seguía a una pareja sonriente que invita a su casa en el campo neerlandés a una familia conocida en vacaciones, poniendo a prueba los límites de la tolerancia humana ante el miedo al conflicto o a parecer maleducados. Su genialidad radicaba en equilibrar el suspenso con un malestar social casi insoportable. Aunque Tafdrup explotaba diferencias culturales europeas, el miedo era universal: cualquiera podría vivir esta pesadilla en sociedades donde las normas de cortesía o la permisividad encadenan.
Como para probar esa teoría, llega ahora el remake estadounidense. Olviden que el original ya era mayormente en inglés, está disponible en streaming y tiene solo dos años: Hollywood borra cualquier barrera para el público masivo. El nuevo director, James Watkins (La mujer de negro), cambia nombres, nacionalidades y detalles, pero conserva la estructura inquietante de la original. Durante gran parte, es la misma película... hasta que deja de serlo.
¿Un remake estadounidense de terror que valga la pena?
La premisa es idéntica, pero aquí los protagonistas son Louise (Mackenzie Davis) y Ben (Scoot McNairy), estadounidenses en Londres, con una hija de 12 años (Alix West Lefler). Aceptan la invitación de Paddy (James McAvoy) y Ciara (Aisling Franciosi), una pareja británica de espíritu libre que los seduce con su filosofía de carpe diem. Los anfitriones tienen un hijo, Ant (Dan Hough), quien no habla debido a una supuesta condición médica.
Desde el primer momento, Paddy y Ciara presionan: fuerzan a Louise (vegetariana) a comer ganso, dejan a Ben pagando la cuenta, corrigen a Agnes frente a sus padres. No hables con extraños sigue siendo un thriller de microagresiones acumuladas, mezclando comedia oscura con los desastres de una convivencia forzada. ¿Están en peligro estos urbanitas educados o simplemente viviendo el peor viaje de sus vidas? Watkins mantiene la duda, igual que Tafdrup.
El reparto es brillante. McAvoy, experto en mentes fracturadas, interpreta a un personaje con una fachada de autenticidad rústica que oculta bestialidad interna. Franciosi alterna calidez y frialdad con precisión escalofriante. Davis y McNairy, excompañeros en Halt and Catch Fire, retratan una crisis marital creíble tras su fachada de ansiedad social.
Hasta que Hollywood le quita los dientes
Durante mucho tiempo, el remake funciona. Quienes no conozcan la historia original sentirán la misma comezón bajo la piel. El giro inteligente de Watkins está en las tácticas de manipulación de los anfitriones: explotan la culpa liberal de sus víctimas. Cuando Louise y Ben casi escapan, Ciara los detiene con una historia triste sobre su pasado en centros de acogida. Paddy, por su parte, neutraliza sospechas afirmando que su niñera es una refugiada siria.
Nadie acusará a No hables con extraños de falta de clímax... pero sí de cobardía. En el acto final, la película se desvía: el desenlace ofrece emoción convencional y violencia calculada, recordando a viejos thrillers británicos de choque cultural. Es aquí donde el remake traiciona su esencia. Como The Vanishing o Downhill (que suavizaron sus originales europeos), esta versión convierte una parábola sobre la sumisión catastrófica en un mensaje edulcorado de "empoderamiento". La crítica mordaz de Tafdrup -sobre las consecuencias de no defenderse- se pierde en favor de un final catártico para masas.
Veredicto
El remake estadounidense de Speak No Evil imita con destreza la claustrofobia social del original, potenciado por un McAvoy maquiavélico y dinámicas renovadas entre dos parejas culturalmente opuestas. Sin embargo, Watkins pierde valentía al final, transformando un horror visceral en un espectáculo complaciente. Hollywood domesticó una historia demasiado salvaje para sus salas: le extirpó el alma.
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