Crítica a MadS – El terror francés en plano secuencia que domina la tensión y el ambiente.
Un adolescente al volante se estrecha contra el apocalipsis zombi en la desenfrenada y nihilista cinta de David Moreau.
Eres joven, estás drogado, te crees invencible y conduces el coche de papá sin permiso… hasta que una mujer ensangrentada, con vendas y muda por el pánico, se sube a tu asiento trasero. ¿Qué harías? Romain (Milton Riche), el protagonista de MadS, opta por contagiarse de su terror. Así arranca este ejercicio cinematográfico de tensión implacable y atmósfera claustrofóbica, dirigido por David Moreau (Ellos), que mantiene un ritmo frenético pese a apoyarse en una narrativa mínima pero efectiva.
El truco está en su estructura de plano secuencia (o la ilusión de uno, con cortes hábilmente ocultos, al estilo de La soga de Hitchcock). La técnica no es un mero alarde: potencia la sensación de caos en tiempo real mientras Romain descubre, con tardía lucidez, que un virus letal —primo hermano del de 28 días después— está convirtiendo a la gente en hordas sedientas de carne. Para cuando el chico lo entiende, ya ha transformado una fiesta en una casa en un evento de supercontagio.
Pero lo que eleva a MadS por encima del horror low-cost es su estilo visceral. La cámara de Philip Lozano baila entre coches en movimiento, pasillos estrechos y multitudes enloquecidas con coreografía casi dancística. Aunque se estrene directo a streaming, su factura técnica exige pantalla grande. Eso sí, sin pulir en exceso: el aire DIY y la urgencia de grabación en locaciones reales te hacen sentir cómplice de la noche más larga —y última— de estos personajes.
El género zombi, al que MadS pertenece por los pelos (sangrientos, eso sí), suele apostar por finales desesperanzados, como en La noche de los muertos vivientes. Aquí se respeta la tradición… pero con un giro. Aunque queda claro que no hay salvación a la vista, la película rebosa tal energía cruda —mezcla de adrenalina adolescente y fatalismo— que su nihilismo sabe a euforia pura. Moreau, tras años de proyectos menos memorables, regresa con una obra que demuestra que el terror francés sigue mordiendo con dientes afilados.
Veredicto: Un viaje frenético que usa el formato oneroso como arma narrativa, MadS es tanto homenaje al cine de contagios como experimento audaz. No reinventa la rueda, pero la llena de sangre, gasolina y un rock and roll visual que justifica cada minuto.
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