UNA MANO EMBALSAMADA, UN GRUPO DE AMIGOS Y UNA NOCHE SIN RETORNO ☠️👐

 

Crítica de 'Talk to Me': El terror adolescente que reinventa el exorcismo. 

Los gemelos RackaRacka, famosos por sus videos extremos en YouTube, debutan en el cine con una película de posesión que combina trauma y adicción en dosis igualmente aterradoras.

Talk to Me no es el típico relato de espíritus que acechan desde el más allá. Dirigida por Danny y Michael Philippou -los hermanos detrás del canal RackaRacka, conocido por sus bromas y acrobacias virales-, la cinta reinventa el subgénero de la posesión con un ritmo bien medido y detalles visuales perturbadores: personajes al borde del encuadre, luces que ahogan más que iluminar, primeros planos que invaden el espacio personal. El sonido juega un papel clave: silencios incómodos, susurros que escalan a alaridos, golpes secos que anuncian una violencia visceral. Y todo esto ocurre antes de que Mia (Sophie Wilde), una adolescente en duelo, decida jugar a comunicarse con los muertos.

Aquí no hay sustos baratos. El miedo nace de la atmósfera opresiva y de un foreshadowing inteligente: cuando un grupo de amigos descubre una mano embalsamada que permite contactar espíritus, es inevitable predecir el desastre. Pero lo que realmente impacta es cómo la película vincula el duelo con la adicción. Mia, interpretada con desgarro silencioso por Wilde, no huye de los fantasmas, sino del vacío que dejó la muerte de su madre. Su necesidad de sentir algo -aunque sea el pánico de ser poseída- la convierte en una víctima creíble y trágica. Wilde captura esa dualidad: su mirada perdida y sus arranques de desesperación reflejan a una chica atrapada entre el dolor y la euforia autodestructiva.

El elenco secundario brilla sin robar protagonismo. Alexandra Jensen y Joe Bird logran una química creíble como hermanos (Jade y Riley), alternando entre peleas tontas y escenas cargadas de tensión. Miranda Otto, como la madre sobreprotectora Sue, aporta dosis de sarcasmo y crudeza emocional que aligeran la oscuridad sin restarle peso. Hasta los personajes menores, como la rebelde Hayley (Zoe Terakes) o el novio cauteloso Daniel (Otis Dhanji), evitan caer en clichés gracias a actuaciones matizadas.

Duelo, posesión y efectos prácticos

El núcleo de Talk to Me es una metáfora sobre el proceso de duelo y la evasión a través de vicio. La mano embalsamada funciona como droga: provoca éxtasis momentáneo, seguido de consecuencias devastadoras. Incluso el clímax, aunque previsible, duele por su honestidad. Las posesiones aquí no son espectáculos pirotécnicos, sino intrusiones lentas y físicas. Los fantasmas, creados con prótesis y maquillaje (nada de CGI excesivo), avanzan como pesadillas en cámara lenta, arrastrándose o contorsionándose con una fealdad hipnótica. Es el tipo de terror que se infiltra bajo la piel, no que golpea con estridencia.

¿Para quién es esta película?

Los puristas del horror más sangriento o repleto de jumpscares podrían frustrarse. Los sustos aquí son escasos pero calculados, y la sangre fluye solo cuando la narrativa lo exige. Sin embargo, es precisamente esta contención lo que hace que Talk to Me destaque: cada grito, cada herida, cada aparición sobrenatural sirve para profundizar en el trauma de Mia. Los Philippou demuestran que se puede aterrorizar sin subestimar al público, mezclando el lenguaje visual del found footage con una estética pulida que merecería verse en salas.

Veredicto

Talk to Me es tanto un estudio psicológico sobre el dolor como un festival de imágenes inquietantes. Sophie Wilde brilla como una protagonista rota, los efectos prácticos sorprenden por su crudeza, y la puesta en escena inteligente convierte un concepto simple en una experiencia claustrofóbica. No reinventa el género, pero lo revitaliza con una interpretación electrizante de cómo el miedo y la tristeza pueden ser dos caras de la misma moneda. Quienes busquen sustos rápidos quizás se impacienten; los que prefieran que el horror les carcoma lentamente, no querrán soltar la mano embalsamada.

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