Crítica de 'Dejar el mundo atrás': Julia Roberts como una Karen apocalíptica en un thriller al estilo Shyamalan.
Dos familias intentan convivir bajo un mismo techo mientras un posible fin del mundo se desarrolla fuera de pantalla en este intrigante thriller hazlo-con-tu-imaginación de Sam Esmail, creador de Mr. Robot.
Si Testament (1983) exploró el colapso nuclear y psicológico tras una bomba atómica, Leave the World Behind imagina un apocalipsis moderno desde los ojos de personajes comunes: no militares ni científicos, sino dos grupos atrapados en una mansión de los Hamptons mientras Nueva York colapsa en la distancia. Julia Roberts, como Amanda Sandford, resume su filosofía vital con una frase que provoca risas incómodas: "Odio a la gente, joder". Podría llamarse Karen: su actitud egocéntrica y prejuiciosa contagia al espectador, al menos al principio.
La familia Sandford —Amanda, su marido relajado Clay (Ethan Hawke), su hija adolescente Rose (Farrah Mackenzie) y el hijo inquietante Archie (Charlie Evans)— alquila una lujosa casa para "desconectar". Pero la desconexión será literal: sin señal, sin TV, solo una alerta de emergencia interminable. El primer aviso de que algo anda mal llega con un petrolero varado en la playa, como salido de un guion de M. Night Shyamalan (el film recuerda a La visita, pero con menos agujeros argumentales).
El giro llega con G.H. Scott (Mahershala Ali) y su hija Ruth (Myha'la Herrold), dueños reales de la casa, que buscan refugio. Amanda, recelosa, "permite" que se queden... en el sótano. La tensión racial flota sin nombrarse: los Scott son ricos y educados, pero los Sandford blancos imponen sus reglas. Ruth lo resume: "Confiar en blancos no es buena idea". Esmail, adaptando la novela de Rumaan Alam, usa el caos para diseccionar prejuicios y desconfianzas que resurgen incluso ante el colapso.
Ciervos siniestros y coches autónomos rebeldes
A diferencia de los típicos desastres hollywoodenses, aquí lo importante no es el qué sino el cómo reaccionan los personajes. Las escenas más inquietantes son las inexplicables: manadas de ciervos observando fijamente, autos sin conductor colisionando en masa, o un Kevin Bacon cameo como superviviente paranoico. Esmail dosifica el miedo con secuencias oníricas y diálogos cargados de ansiedad social.
El guion explora la fragilidad de la civilización: sin internet, sin noticias, los personajes se dividen entre teorías conspiranoicas (¿ciberataque? ¿guerra?) y el instinto de supervivencia. Clay, el más empático, carga con culpas simbólicas (ignora a una mujer hispanohablante en apuros), mientras Amanda personifica el individualismo tóxico.
Un final que desafía a Netflix (y a Shyamalan)
Si, como dijo Howard Hawks, "una buena película son tres buenas escenas y ninguna mala", esta cumple: el varamiento del petrolero, la autopista de coches fantasma y el cierre, que sorprende por su ironía meta-cinematográfica (¡en una producción de Netflix!). Sin spoilear, el final reconcilia lo absurdo con lo conmovedor, dejando una sonrisa cómplice ante el desastre.
Veredicto
Leave the World Behind es un experimento audaz: thriller paranoico, drama social y sátira de la era digital. Roberts brilla como antiheroína insufrible, Ali aporta dignidad estoica, y Esmail dirige con un estilo visual hipnótico (ángulos imposibles, planos que ahogan). Aunque se estira en su metraje y simplifica sus mensajes, logra algo raro: hacer que un apocalipsis sin explosiones ni zombies nos hable de lo peor (y acaso lo mejor) de ser humanos.
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