FALCON LAKE: EL DRAMA ADOLESCENTE QUE TE DEJARÁ SIN ALIENTO 😮💔

 

Reseña | Recomendación : 'Falcon Lake': Un verano de melancolía donde acechan el desamor y los fantasmas del deseo. 

El debut cinematográfico de Charlotte Le Bon se mueve entre la nostalgia desenfadada de Licorice Pizza y la tensión sensual de Call Me By Your Name, creando un cóctel visual inesperado.  

La película abre con la imagen hipnótica de un lago en una noche de verano, una postal idílica que, sin embargo, esconde un malestar sordo. La cámara se mantiene fija tanto tiempo que, cuando una figura emerge del agua, la escena no busca asustar, sino liberar una tensión acumulada. Ese equilibrio entre lo sereno y lo inquietante define Falcon Lake, donde incluso un detalle cotidiano -como la aparición de una Nintendo Switch- se convierte en un golpe de realidad que rompe la burbuja de ensueño.  

Con un ritmo pausado y una fotografía de Kristof Brandl que emula el grano de una memoria antigua, las primeras secuencias -una familia viajando a una cabaña junto al lago- podrían ser fragmentos de un recuerdo enterrado. Los planos evocan la estética enigmática de Twin Peaks (en su etapa clásica), mientras la ropa de los personajes parece sacada de un catálogo de los 90. La ilusión es tan poderosa que, cuando irrumpe un elemento moderno como la consola, el contraste funciona como un guiño inteligente: aunque el entorno nos hable de pasado, los personajes no pueden escapar del presente ni de sus heridas. 

El lago Falcon, según dicen, está embrujado. Pero los verdaderos fantasmas aquí son los deseos inconfesables. Bastien (Joseph Engel), de 13 años, descubre los primeros impulsos de la adolescencia, mientras sus padres cargan con sus propias tentaciones extramaritales durante unas vacaciones en casa de amigos. Su obsesión se centra en Chloé (Sara Montpetit), la hija rebelde de 16 años de los anfitriones, quien oculta su fastidio por tener que convivir con dos niños. Ella prefiere escabullirse para beber vino robado y coquetear con chicos alrededor de fogatas.  

Convertida en niñera -quizá para que los adultos exploren sus propios juegos-, Chloé entretiene a Bastien con leyendas sobre el fantasma del lago. Cuando el miedo cansa, lo inicia en el alcohol, las drogas y, gradualmente, en los misterios del cuerpo femenino. Entre ambos nace una complicidad frágil, alimentada por la soledad y el aburrimiento, que deriva en una relación de mentor y aprendiz.  

Como todo relato sobre amores desiguales, Falcon Lake navega en las aguas turbias de lo prohibido. La película nunca pierde de vista la asimetría: él la idealiza; ella lo usa para romper su rutina. Hay instantes en que sus mundos chocan, generando chispas de conexión genuina, pero la diferencia de madurez se delata cuando Bastien la observa perseguir a otros. Incluso en las escenas más íntimas, flota una tristeza premonitoria: sabemos que estamos viendo el preludio de un desenlace doloroso.  

El magnetismo del filme reside en las actuaciones de Engel y Montpetit. Él despliega una seriedad precoz que contrasta con su torpeza ante el deseo; ella encarna a la perfección a la adolescente que desafía tabúes no por rebeldía, sino por puro hastío. Juntos, construyen una química incómoda y verosímil.  

Sorprende que este sea el primer largometraje de Le Bon. La directora demuestra un control exquisito del tempo visual, usando planos prolongados y silencios elocuentes para tejer una atmósfera opresiva sin caer en lo gratuito. Aunque la sombra de un giro sobrenatural siempre ronda, el corazón de la historia late en ese limbo entre la comedia romántica y el drama de formación. La conexión de los protagonistas -más intensa que una amistad, más ambigua que un romance- refleja esos idilios veraniegos que, como el fantasma del lago, dejan marcas profundas aunque nadie pueda probar su existencia.

Disponible en Prime Video.


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