🌐💀 EL TERROR DE ESTAR SOLO EN LA ERA DIGITAL.

 

Crítica de "Todos vamos a la Feria del Mundo": El lado oscuro de la conexión online  

🖥️ Si el creepypasta y los retos virales fueran un espejo de nuestra soledad, este filme sería su reflejo más perturbador.  

Dirigida por Jane Schoenbrun, "Todos vamos a la Feria del Mundo" (2021) no es una película de terror convencional: es un viaje introspectivo a las grietas de internet, donde la leyenda urbana y la búsqueda de identidad se fusionan. Ambientada en rincones oscuros de la web —foros anónimos, videos glitch y desafíos de dudoso origen—, la cinta sigue a Casey (Anna Cobb en su debut actoral), una adolescente que se sumerge en el reto de la World's Fair, un juego de rol online con tintes sobrenaturales. Pero aquí, el verdadero monstruo no son los mitos digitales, sino la desconexión humana.  

La trama: Un grito al vacío digital  

Casey, interpretada con una vulnerabilidad desgarradora por Cobb, repite como un mantra "quiero ir a la Feria del Mundo" frente a su cámara web, en un cuarto iluminado solo por pantallas. El ritual incluye un pinchazo en el dedo —simbólico y escalofriante— y ver un video hipnótico que promete "transformarla". ¿En qué? Ni ella lo sabe. Pero la cámara, fija en su rostro, nos convierte en cómplices de su angustia. Mientras navega por videos turbios de otros usuarios —¿realidad o ficción?—, Casey entabla contacto con JLB (Michael J. Rogers), un hombre misterioso obsesionado con el juego. Juntos, buscan señales de un "cambio": en su cuerpo, su mente, su esencia.  

Internet: ¿Refugio o trampa?  

La película no habla de fantasmas, sino del vacío que llenamos con likes y avatares. Schoenbrun, cineasta no binario, teje una narrativa líquida: Casey viste ropa holgada, evade su reflejo y habla de "salir de su cuerpo". ¿Disociación? ¿Exploración de género? La cinta no responde, pero muestra cómo internet atrae a los que se sienten invisibles. Los planos lejanos de Casey caminando por paisajes desolados —fuera de su control— contrastan con sus vlogs íntimos, donde finge seguridad. Es una generación que grita "estoy aquí" en un universo digital indiferente.  

Atmósfera: Estática y susurros en la oscuridad  

Con un presupuesto mínimo, Schoenbrun convierte el ruido de las grabaciones y la iluminación tenue en personajes. La música de Alex G —con bajos que retumban como latidos— y sonidos abruptos que sacuden el estómago, reflejan el caos interno de Casey. Hasta el ASMR se vuelve inquietante: un video para dormir revela su desesperación por consuelo. La casa de Casey, casi siempre vacía, sugiere una vida familiar ausente, un fantasma que nunca vemos pero sentimos.

¿Qué es real? La pregunta que nadie responde  

Como un Paranormal Activity filosófico mezclado con la melancolía de Inside (Bo Burnham) y el body horror de Annihilation, este filme evade etiquetas. Incluso cuando JLB envía a Casey imágenes distorsionadas de ella misma —¿manipulación? ¿proyección de sus miedos?—, la línea entre mito y verdad se desdibuja. ¿Importa? Para Casey, quizá no. Como muchos, solo anhela ser vista, aunque esa conexión la arrastre al abismo.  

Veredicto: Un espejo roto de la era digital  

"Todos vamos a la Feria del Mundo" no entrega sustos baratos, sino un malestar que persiste. Anna Cobb brilla como una chica perdida en el laberinto de su identidad, mientras Schoenbrun cuestiona: ¿puede internet "transformarnos" o solo nos muestra lo que ya llevamos dentro? Entre estética VHS y silencios elocuentes, esta película es un poema visual sobre la generación que aprendió a existir a través de pantallas. No apta para quienes busquen respuestas, pero esencial para los que comprenden que, a veces, el horror más profundo es no reconocerse en el reflejo. 

Calificación: 4.5/5 🌐💔  

¿Te atreves a mirar más allá del desafío viral?

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